¿Qué es la terapia cognitivo conductual?
A lo largo de los años, la psicología ha ido adoptando diversos enfoques para comprender y abordar el funcionamiento humano.
Cada uno de ellos con sus propios planteamientos teóricos y aplicaciones prácticas. Desde hace más de tres décadas, la terapia cognitivo conductual se ha convertido en la orientación psicoterapéutica con mayor evidencia de su eficacia.
Se ha logrado aplicar, con muy buenos resultados, en problemáticas muy diversas. Pero además constituye una opción muy eficiente y flexible.
Obtiene cambios significativos en un tiempo limitado y la pluralidad de técnicas que abarca le da una gran flexibilidad para adaptarse al problema y a la persona concreta.
Modificando comportamientos y pensamientos
Si alguna vez te has parado a pensar en la idea convencional de lo que es un “problema psicológico”, posiblemente te hayas dado cuenta de que este tipo de problemáticas tiene dos caras.
Por un lado, una vertiente material y objetiva, que es reconocible por muchas personas y que puede medirse a partir de baremos concretos.
Por otro lado, un lado que responde a los estados subjetivos de conciencia, es decir, aspectos de la vida mental y privada de la persona que tiene el problema y que suelen tener una traducción en términos emocionales.
La terapia cognitivo conductual responde a la necesidad de intervenir en estos dos terrenos.
Y lo hace impulsándose gracias a las sinergias que se establecen entre la parte de la intervención enfocada a los procesos mentales y aquella que se orienta hacia las acciones y los cambios en el entorno material del paciente.
Es decir, que esta orientación terapéutica que actúa tanto sobre los actos como sobre los pensamientos.
Los fundamentos de esta forma de intervención psicológica
Se considera que la terapia cognitivo conductual nace a partir de la fusión de las terapias conductistas y las que se derivan de la Psicología Cognitiva.
Por un lado, el conductismo sirve como ejemplo de metodología exhaustiva y muy ceñida a los preceptos del método científico, lo cual permite valorar objetivamente los progresos que se van haciendo durante la terapia.
Por el otro, la terapia cognitiva enfatiza la necesidad de no renunciar a la consideración de los procesos mentales inobservables directamente, ya que gran parte de la utilidad de una terapia recae en el bienestar subjetivo de los pacientes y este factor no tiene por qué poder ser registrado a través del puro análisis de la conducta.
Sin embargo, y aunque dentro de la terapia cognitivo-conductual en cualquiera de sus formas se trabaja con constructos que hacen referencia al “mundo mental” no observable directamente, se hacen esfuerzos para que los elementos mentales que entran en juego en el diagnóstico y la intervención respondan a categorías bien delimitadas y traducibles a variables cuantitativas para poder hacer un seguimiento exhaustivo de los cambios que se realizan a nivel subjetivo.
Por tanto, se evitan todo tipo de formulaciones esotéricas y ambiguas sobre la manera de pensar de la persona y se crean sistemas de categorías en los que las ideas recurrentes quedan clasificadas unas dentro de otras en clasificaciones que responden a un único criterio.
¿Cómo se interviene en este tipo de terapia?
En la terapia cognitivo conductual se trabaja enseñando a reconocer los estilos de pensamiento que predisponen a llegar a conclusiones poco útiles para el paciente, o pensamientos disfuncionales.
Para esto es necesario entrenar a la persona para que sea capaz de reflexionar acerca de su propia manera de pensar y plantearse qué puntos son conflictivos y cuáles no lo son.
De este modo, se persigue que el cliente tenga más capacidad para cuestionarse las categorías con las que trabaja y detectar patrones típicos de pensamiento que le causan problemas.
El proceso por el cual se consigue que el paciente reconozca los aspectos cognitivos que le producen malestar y pueda actuar sobre ellos se fundamenta en un modelo de actuación inspirado en el diálogo socrático.
Esto implica que, durante una parte de las sesiones de terapia cognitivo conductual, el profesional irá devolviéndole el feedback necesario al paciente para que este, por sí mismo, detecte las contradicciones o las conclusiones indeseadas a las que le llevan sus estilos de pensamiento y sus esquemas cognitivos.
El terapeuta no guía al paciente en este proceso, sino que más bien le plantea preguntas y remarca aseveraciones que el propio cliente ha hecho para que este último vaya profundizando en el estudio de su propio pensamiento.
La segunda parte de la terapia cognitivo conductual implica intervenir sobre los focos cognitivos y materiales que se han detectado.
Esto conlleva, por un lado, fijar unos objetivos concretos a cumplir, y por el otro, entrenar al paciente para que sea capaz de determinar desde su propio criterio las estrategias que lo acercan y lo alejan de estas metas.
Además, como los objetivos han sido definidos de manera que pueda comprobarse de manera imparcial si se han cumplido o no, es fácil medir los progresos que se van haciendo y el ritmo en el que se suceden para tomar nota de ello y, si se da el caso, introducir cambios en el programa de intervención.
Cumplir los objetivos al pasar por un programa de sesiones con terapia cognitivo conductual puede suponer, por ejemplo, minimizar significativamente los efectos de una fobia, terminar con una adicción o, abandonar un estilo de pensamiento obsesivo.
En definitiva, problemáticas con una vertiente material y otra vertiente subjetiva o emocional.
Conductismo
El conductismo centra su interés en la conducta visible. Su objeto de estudio son únicamente las conductas que emite el individuo y que pueden ser observadas y medidas.
Según está corriente, las conductas son respuestas a ciertos estímulos, y aumentan o disminuyen su frecuencia en función de las consecuencias.
Por tanto, podemos modificar el comportamiento de una persona variando las relaciones entre estímulo, respuesta y consecuencia.
Cognitivismo
Este enfoque psicológico se centra en estudiar las cogniciones, es decir, los pensamientos o procesos mentales. Se interesa por conocer el proceso que realiza un ser humano tras recibir una información: cómo la procesa y cómo la interpreta.
El fundamento del cognitivismo es que no percibimos la realidad como es, sino como somos. Cada uno de nosotros, con sus propios procesos internos, le otorga un significado diferente a la realidad que percibe.
La terapia cognitivo conductual
La terapia cognitivo conductual aparece entonces como una combinación de las dos corrientes anteriores, relacionando pensamientos y conducta.
Afirma que existe una relación intrínseca entre pensamiento, emoción y conducta, y que los cambios en alguno de los componentes tendrán consecuencias sobre los demás.
De esta forma, emplea técnicas muy diversas encaminadas a modificar uno de los tres elementos, sabiendo que de esta forma se extenderá al ser humano en su totalidad. Por ejemplo:
- La reestructuración cognitiva es una técnica que se basa en ayudar a la persona a modificar sus creencias o pensamientos.
Para hacerlo, invita a la persona a evaluar la veracidad de lo que piensa y a buscar alternativas de pensamiento más adaptativas. Una vez que cambias tu forma de interpretar la realidad, cambia la forma en que te sientes y actúas. - La exposición es una técnica dirigida a modificar la conducta. Se anima a la persona a dejar de evitar y escapar aquello que teme y hacerle frente. Al cambiar su conducta y afrontar la situación temida, comprueba que esta es inocua e inmediatamente cambian sus creencias y sus emociones respecto a ella.
- Las técnicas de relajación se enfocan en modificar las emociones. Concretamente ayudan a la persona a autorregular sus emociones y su nivel de activación.
Si tus emociones cambian, tus pensamientos se vuelven menos catastrofistas y tu conducta deja de ser de huida para ser de afrontamiento.
La terapia cognitivo conductual es un enfoque muy completo, flexible y efectivo. Logra mejoras muy importantes en un tiempo reducido y en gran variedad de trastornos y condiciones.
Además, es la orientación psicológica con más evidencia experimental de su eficacia. Sin embargo, a la hora de acudir a terapia es aconsejable informarse de las alternativas disponibles y escoger el enfoque con el que te sientas más identificado.
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